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martes, junio 30, 2009

Analizabilidad ¿Cual es el perfil del paciente susceptible de beneficiarse con el tratamiento psicoanalitico?


artista, arte contemporaneo, expo

El tema de la analizabilidad fue objeto de numerosos debates en el seno de la comunidad analítica. ¿Qué es la analizabilidad? Ante todo, debemos concebir la idea de que el psicoanálisis no es un método aplicable a todos; dicho de otro modo, no todo el mundo es analizable. ¿Cuáles son entonces las condicines de la analizabilidad? ¿Cuál es el perfil del paciente susceptible de beneficiarse al máximo con el tratamiento psicoanalítico? Para ser analizables diremos que son necesarias algunas condiciones.


Primero, el hombre, la mujer o el niño que consulta debe ser un sujeto que sufre en los términos de lo soportable y se queja.


Segundo, es alguien que se pregunta por qué sufre. Esto parece elemental pero es decisivo. Ser analizable significa preguntarse: ¿por qué sufro?, ¿por qué estoy mal? Esto que puede parecer tan simple o trivial no lo es tanto si consideramos que a veces algunos sujetos son traidos por un tercero –pareja, amigo, etc. - a una consulta, siendo la demanda en estos casos de la persona que lo trae. De allí que la falta de angustia, o la actitud desenvuelta, descomprometida o desimplicada lo hace difícilmente analizable.


La tercera condición es justamente esa aptitud para responder al porqué del malestar. Sufrir, preguntarse sobre la causa de su sufrimiento, he aquí las condiciones indispensables para emprender un análisis. Pero otras condiciones son también necesarias. Hace falta además que el que consulta espere del análisis una salida a sus dificultades. Esta espera es fundamental, puesto que es sinónimo de esperanza, y como sabemos ésta es una de las fuerzas que animarán la cura hasta el apaciguamiento del dolor.


El psicoanálisis en la era de la globalización

En la actualidad, la práctica psicoanálitica se enfrenta con numerosos interrogantes ligados a la profunda y creciente transformación de nuestro mundo.

Es cierto que nuestra clínica, en tanto reconoce la vasta enseñanza que Freud y Lacan nos han legado, no pierde su brújula, que es el sujeto en su singularidad. Aún así, no es menos cierto que el afincamiento de goce en los sujetos no es ajeno a las circunstancias culturales de su época.

En los párrafos que siguen intentaré examinar algunas consecuencias que esta particular coyuntura histórica –llámese capitalismo tardío o globalización- ejercen sobre la subjetividad, y delinear cuáles son los obstáculos sobre los que debe operar el analista en la clínica de nuestros días y con qué herramientas cuenta para transformarlos en oportunidades dentro de la dirección de la cura.

Sabemos que el nódulo del sufrimiento se vincula con las vicisitudes en el tránsito por la maquinaria edípica que ha de transformar al infans en sujeto de la cultura, siendo el modo en que cada sujeto se posicione frente a la castración lo que decantará en alguna de las estructuras clínicas fundadas por Freud y ordenadas por Lacan: neurosis, psicosis o perversión, con tres mecanismos o modos de defenderse que le son peculiares: represión, forclusión o renegación, respectivamente.

Tales estructuras son ahistóricas, la subjetividad de la época afecta a la escena cultural y se ve reflejada en nuevos modos de presentación del padecimiento subjetivo; en otras palabras, lo que no permanece ajeno a la permeabilidad del discurso social es el síntoma. Un ejemplo elocuente lo podemos encontrar en las distintas connotaciones que ha tenido el rechazo al alimento en las mujeres con sintomatología anoréxica y los diversos comportamientos que ha despertado a lo largo de la historia. En la Edad Media, el ayuno tenía por objeto mantener la pureza del espíritu a través de un cuerpo asexuado, sin formas; de allí que lejos de ser condenadas a la hoguera se las santificó bajo el beneplácito de la época. La anorexia per se no constituye una estructura clínica, ni es un trastorno exclusivo de la mujer. El rechazo al alimento puede incluirse dentro de cualquier estructura clínica, sea como negativa a comer –en la melancolía-, como temor a ser envenenada –en la paranoia– o como derrumbe subjetivo anticipando la muerte subjetiva– en estados catatónicos-.

En la actualidad, podríamos pensar con toda legitimidad que configura una respuesta sintomática al empuje de una sociedad de consumo asentada sobre la premisa: no se prive, no deje para mañana, la plenitud es posible”. Se trata de un Otro que frente a la demanda, que abre a lo que no puede darse, ni saciarse, ni colmarse, respondería con un objeto-gadget, con algo que tiene para dar, esto es algo que el sujeto anoréxico no admite. De allí que en su rechazo quiera nada para preservar su deseo, llama al deseo del Otro ofertándole a su mirada su cadaverización. No es que no coma, “come nada”, como dice Lacan, en tanto la nada es el objeto que interpone frente a la demanda del Otro. Es su modo de responder frente a un discurso que no es el del amo tradicional que reprime la castración sino aquel que Lacan llama discurso capitalista, profundamente renegatorio y como tal cínico, por supuesto que profusamente distinto al cinismo de Antístenes o Diógenes quienes en una actitud subversiva ante un Amo intentaban conmover los valores de la época. Como bien señala Zizek:

“(...) el modo de funcionamiento dominante de la ideología es cínico... El sujeto cínico está al tanto de la distancia entre la máscara ideológica y la realidad social, pero pese a ello insiste en la máscara. La fórmula sería entonces: ellos saben muy bien lo que hacen, pero aún así, lo hacen”. “La razón cínica ya no es ingenua, sino que es una paradoja de una falsa conciencia ilustrada: uno sabe de sobra la falsedad, está muy al tanto de que hay un interés particular oculto tras una universalidad ideológica, pero aún así, no renuncia a ella.

Se trata de una política del “todo vale”, una incitación al "goce Uno-Todo es posible" que provoca un debilitamiento del universo simbólico y de los ideales sobre los cuales constituir síntomas; consecuencia de ello es la cantidad de conductas del orden de la impulsividad de distintos tipos y gradientes que van desde la manera de conducir, que lleva a la muerte, a la forma de ingerir alimentos, bebidas, tóxicos.

La exigencia de prontitud y eficacia en la remisión sintomática impuesta por el sistema constituye otro de los factores con consecuencias nefastas. Asentada en una política de goce estratégicamente calculada y apoyada desde los massmedia, que incitan a un inescrupuloso consumo de fármacos, suturan toda posibilidad de apertura a la reflexión y a los interrogantes que un sujeto pueda formularse acerca de su padecer. La contracara de estas grandes voces superyoicas que instigan al goce supone un precio muy alto a pagar: la insatisfacción generalizada y las conductas suicidógenas. Violencia, desocupación. Un mundo mediático que entroniza la hegemonía de imágenes evanescentes, fugaces, y carente de reflexiones consistentes sobre la existencia da cuenta de la desvalorización de la palabra. Se liquidó la brecha necesaria entre el mundo de la intimidad y el mundo del público, y la vida privada se exhibe descarnadamente sin un mínimo velo que pueda otorgarle un despliegue amoroso, erótico o sexual.

Otros significantes que insisten: “nuevas patologías”, “clínica de los bordes” o “clínica de lo real” logran fomentar una práctica basada en especializaciones donde empresas de medicina pre-paga, obras sociales, y otras instituciones, consiguen acallar la angustia, alimentar el síntoma y engordar el fantasma del sujeto que consulta. Al ofertarse a la demanda del imaginario social, algunos profesionales hipotecan sus principios y convicciones a favor de dar respuestas funcionales a dicha demanda, obedeciendo tal vez a una modalidad de relación con un mercado que les exige determinadas funciones al servicio de la patología y no en oposición a ella.

Además, ¿cómo sostener una práctica cuando la demanda está dirigida a un servicio y la transferencia queda del lado del derivador? Con honorarios prefijados por un pacto extrínseco al análisis mismo ¿qué valor puede conferirle a su práctica un analista cuando el pago oscila entre la gratuidad y el abuso?

Por otra parte, la aceptación de tales denominaciones en el acervo discursivo psicoanalítico ¿no implica el riesgo de devenir tributarios de ideales sanitaristas y de normalidad como lo plantean los parámetros de la OMS? Dado que el síntoma pasaría a constituirse entonces en un disorder[5] necesario de erradicar en el menor tiempo posible debido a su carácter iatrogénico. Recordemos las reflexiones freudianas que apuntan contra el furor curandis. En Los caminos de la terapia analítica, Freud dice:

Los síntomas prestan el servicio de satisfacciones sustitutivas. En el curso del análisis se puede observar que toda mejoría del padecer aminora el tiempo del restablecimiento y reduce la fuerza pulsional que empuja hacia la curación. Ahora bien, no podemos renunciar a esta fuerza pulsional que se expresa en los síntomas; su reducción sería peligrosa para nuestro propósito terapéutico. Por cruel que suene debemos cuidar que el padecer del enfermo no termine prematuramente, de lo contrario corremos el riesgo de no conseguir nunca otra cosa que una mejoría modesta y no duradera.”

La época victoriana

En RSI Lacan dice que sin la Reina Victoria el psicoanálisis no hubiera existido, ella fue la causa del deseo de Freud. Puede que se trate de una broma, pero no sin cierto trasfondo de verdad. El nacimiento del psicoanálisis estaba estrechamente ligado a una sociedad exacerbadamente moralista y disciplinaria, con rígidos prejuicios y severas interdicciones. Incluso algunos conceptos que Freud acuña - represión y función de la censura –entre otros, conllevan las marcas de aquella época. Los varones eran los ordenadores y dominadores del espacio público; las mujeres estaban destinadas al espacio privado, al cuidado del hogar y bajo un status de sometimiento. Ana Karenina, escrita por Tolstoi en 1867, constituye un buen referente de aquel entonces. Después de gozar de un amor prohibido, Karenina termina arrojándose a los rieles del ferrocarril; aquella sociedad no iba a permitir un resquebrajamiento del orden de esa magnitud. La persecución y condena a dos años de prisión que soportó Oscar Wilde por cometer “sodomía” con lord Alfred Douglas, también ilustra tal acartonamiento interdictor y ultraprejuicioso. En este estado de cosas, la histeria denuncia una realidad cultural signada por la represión y la tradición positivista, revelando la carencia de los recursos en juego hasta el momento. Con su cuerpo desarreglado por lalengua, la histeria golpeó la puerta de una neurología en ciernes subvirtiendo el saber establecido.

¿En la antesala del Apocalipsis?

Una nostálgica sombra parece haber caído sobre quienes actualmente reivindican la época victoriana como un dechado de virtud y de altos ideales universales. Sé que no se trata de anatematizar ni de ser conciliadores; no es un tema menor, y nos interpela y nos convoca a repensar cuestiones clásicas y a formular nuevas preguntas e intentos de respuesta en tiempos donde la dimisión estructural de la figura del Padre ha generado un colapso de ideales simbólicos. Aún así considero que no estamos ante la antesala del Apocalipsis. Freud atravesó por duros episodios: antisemitismo, operaciones, pérdida de familiares, quema de libros, carencias económicas, exilio... y en ese horizonte aciago nació y prosperó el psicoanálisis. Vale aquí recordar aquella “función” que Lacan define en Seminario 11 como "deseo del analista" como el de obtener la máxima diferencia entre el ideal y el objeto, hasta la ubicación del "analista como synthõme ".

Me interesa además citar una respuesta que Colette Soler da en relación a los tiempos actuales: “Hay demandas formuladas en otros términos y es tarea de cada psicoanalista, ante una demanda, cualquiera sea su formulación, convertirla en una demanda analítica. En el tiempo de Freud no había ninguna demanda de análisis, ninguna, y él fue quien generó la demanda. No hay que olvidar que la demanda del paciente que viene nunca es una demanda de psicoanálisis; nunca, incluso cuando dice: «Quiero hacer un psicoanálisis», porque no sabe lo que es el psicoanálisis, tiene sus ideas o su idealización, pero nunca es una demanda de análisis. Necesariamente debemos producir una conversión. Lacan llama rectificación subjetiva a esa entrada. Incluso me parece que la obra de Lacan, más que la de Freud, es realmente adecuada a la demanda del siglo actual.”[8] Y agrega: “Lacan introdujo algo que, sin estar ausente en Freud, no había sido el centro de su formulación: la consideración del lazo del sujeto con sus arreglos de goce. Y esto es afín con el discurso moderno.”

Las categorías freudianas y la clínica de nuestros días

El sueño, tal como nos lo enseñara Freud, es la vía regia de acceso al inconsciente, o en términos de Lacan la vía regia para hacer frente a lo real. No obstante, si algo marca una crucial distinción entre el análisis de los inicios y el actual es que el analista no sólo toma en cuenta lo que el inconsciente dice a través de sus formaciones (actos fallidos, sueños, equívocos), sino que es una práctica del acto que enlaza Real, Imaginario y Simbólico, y un cuarto nudo como condición necesaria para pasar del síntoma al synthõme, en una práctica que va más allá de mejorías modestas y no duraderas.





domingo, junio 28, 2009

Genos Gynaikon

artista, arte contemporaneo, expo
Hesíodo, en su Teogonía, matriz de un enorme número de mitos, fue, según parece, el primero en hablar de una “raza de mujeres” a la que denominó genos gynaikon-, caracterizándola de un temible mal, desde el mismo instante de la creación de Pandora, y además, de un género distinto del género humano constituido sólo por hombres. A estas nada gratas concepciones acerca del universo femenino, le siguieron otras: dentro de la literatura griega, se hablaba de las mujeres en términos de ikelon (semblanza), de dolos (trampa), y de pema (plaga).




Internet y las adicciones

artista, arte contemporaneo, expo

Audio de la entrevista realizada a Roberto Balaguer Prestes y un artículo basado en su libro "Adicción a internet".

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viernes, junio 26, 2009

El hombre sin cualidades


Guitar

A principios del 2006 Gilles de Robien, por entonces Ministro de Educación de Francia, afirmaba que: “Las neurociencias establecen respuestas cruciales en cuanto a diversos como: educación, prevención, cuidados, etc. Siendo las cognitivas en especial las que proporcionarían, a su modo de ver, 'el rigor que nos falta' a cuestiones relacionadas con los métodos de enseñanza. Aportarían respuestas firmes, que ninguna 'falsa ciencia' podrá revocar." El ministro concluye con la esperanza de que la investigación encuentre la respuesta a la una de los mayores enigmas de la humanidad: "cómo nacen nuestros pensamientos." El conocimiento y la verdad - destaca - sólo serían accesibles por el método experimental. De esta manera se podrían solucionar “todas” las cuestiones que se plantean a la humanidad. No es descabellado arribar a ciertas conjeturas en torno a los fantasmas que animan al ministro: - El control absoluto como defensa al miedo de lo que podría escaparse. - El lado tranquilizador de una visión mecanicista del ser humano. - En cualquier caso, su observación se basa en una fascinación por las neurociencias, con su concomitante rechazo a todo de lo que pueda hacer perder el autocontrol. Lo que es dable destacar aquí es que la "prueba" científica se convierte en una verdadera obsesión, un dogma, en una pretensión ilusoria de controlarlo “todo” eliminando de un plumazo toda eventual contingencia, y la ciencia se apoderaría del hombre para experimentar un mundo que ya no se enfrentaría a un “abismo”, es decir, a un mundo entregado al pensamiento. El cuerpo queda reducido a una máquina y la ciencia podría un día aclarar sus secretos. ¿La fisiología, la genética, la biotecnología, llegarán algún día a develar dichos secretos?.


Señalemos al pasar que las psicoterapias conductistas buscan su fundamento en la autoridad de la ciencia empírica. “Todo puede ser previsible y controlable”. Esta afirmación está en la base del conductismo y ha guiado la investigación de Skinner. Su tesis fundamental es que la libertad es un concepto que ha de superarse y desecharse ante las evidencias del comportamiento regulado y controlado por las contingencias del medio ambiente que nos aporta la ciencia. Skinner considera que es únicamente mediante la aplicación de este conociemiento que podremos construir una cultura que supere los constreñimientos de la actual.


Analizando las declaraciones de de Robien, una colega mide el riesgo de una ciega aplicación de las neurociencias a la pedagogía, destacando que el objetivo utilitarista y mercantil impregna ya ampliamente la enseñanza. Su crítica, que apunta al proceso de normalización del pensamiento en detrimento de una inteligencia crítica y de una comprensión de la complejidad del mundo -tendencia que se encuentra ampliamente reforzada por la introducción de las nuevas tecnologías en la enseñanza-, guarda estrecha relación con lo que Marcuse denominó el hombre unidimensional. En esta obra Marcuse hacía un diagnóstico lapidario del capitalismo. reconocido como el diagnóstico crítico de nuestra era, porque analizaba las nuevas formas de dominio y de control social. Un aspecto particularmente punzante de su pensamiento está ligado al rol que le otorgaba a la tecnología como organizadora de las sociedades contemporáneas. El hombre unidimensional marcusiano alude al ser incapaz de pensamiento crítico y de actitudes contestatarias. Los medios de comunicación y las industrias culturales, así como las expresiones de la publicidad comercial, reproducen y socializan en los valores el sistema dominante y amenazan con eliminar el pensamiento y la crítica. Los efectos de esta orientación mediática crean un escenario cultural cerrado, unidimensional, que propicia una especie de pensamiento único. Los medios crean una estructura de dominación, bajo la apariencia de una conciencia feliz que inhibe la posibilidad de cambio hacia la liberación. Los medios de comunicación, a través de un lenguaje informal, no dan explicaciones ni ofrecen conceptos, sino que se limitan a aportar imágenes y a imponer un modelo. A pesar de que se lo considere uno de los teóricos más controvertidos del siglo XX, como dice Piscitelli: si Marcuse puede resultar útil para repensar la sociedad de la información es porque en general los teóricos apologistas de estas últimas décadas están demasiados deslumbrados por los avances científicos y tecnológicos.