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viernes, julio 03, 2009

El silencio en psicoanálisis

artista, arte contemporaneo, expo
El silencio es un tema permanentemente presente en todo análisis. Está presente tanto a través del silencio al sostener la abstinencia, como a través del silencio como forma de intervención. Es, además, un tema que ha conducido a varios debates y reflexiones de los cuales destacaré una función que me parece relevante: poder silenciar los pre-juicios del analista, entendiendo por tal tanto a los prejuicios como a los juicios-previos. Allí el silencio es hacia los ideales del yo y al superyo del analista, para poder respetar el desarrollo asociativo y por lo tanto el desarrollo enunciativo del propio analizante. En efecto, si el psicoanalista por ejemplo emite una posición personal sobre la vida cotidiana de su paciente, sería percibido por él, no como alguien con quien pueda expresar libremente sus pensamientos sino como un juez o un censor. Asimismo, el psicoanalista se abstiene de inocular sus ideales en el paciente, recordemos la propuesta de Freud: “No se debe educar al enfermo para que se asemeje a nosotros sino para que se libere y consuma su propio ser…Nos negamos de manera terminante a hacer del paciente que se pone en nuestras manos en busca de auxilio, un patrimonio personal, a plasmar por él su destino, a imponerle nuestros ideales y con la arrogancia del creador a complacernos en nuestra obra luego de haberlo formado a nuestra imagen y semejanza.”
Cabe destacar que las intervenciones puede ser significativamente diferentes cuando se está comprometido en una psicoterapia de apoyo donde se ha decidido dar algún tipo de asesoramiento. Esto ya marcaría una diferencia entre un psicoanálisis y una psicoterapia (donde el peso de la realidad externa desempeña un papel más importante). Por el contrario, el psicoanalista evita en lo posible intervenir en el plano de la realidad exterior a favor del esclarecimiento de los conflictos psíquicos y de su resolución, promoviendo de este modo el desarrollo de una mayor autonomía en el paciente. La "escena" psicoanalítica se propone justamente como un espacio tendiente a iluminar los conflictos internos, colocando al sujeto ante las puertas del acto -entendido como acto de poder decidir sobre sus propios problemas- de modo de sentirse más libre para tomar decisiones en la vida real.






El diván

artista, arte contemporaneo, expo
Respecto a la técnica (encuadre, diván, etc.) estos no son las términos más relevantes. El uso del diván, por ejemplo, no es condición sine qua non para que un análisis funcione. Sin embargo hay razones por las que un analista decide -en algún momento determinado- el pasaje del paciente al diván. Las mismas pueden deberse a diversas cuestiones, entre estas: I) Cuando el analizante introduce en sus dichos alguna cuestión de orden intimista que venía excluyendo. Por ejemplo tópicos ligados a su sexualidad, con lo cual el diván puede resultar un buen artificio para que pueda explayarse conforme a la propuesta de la asociación libre. II) Cuando el analista puede aislar el significante de la transferencia. Algo legible bajo la forma de su inclusión en un sueño del analizante, o bien, de una palabra suya gatillando una secuencia de recuerdos encubridores u otras formaciones del inconsciente.III) Cuando el analista observa que el analizante ya no se siente confortado en el sostén imagénico del cara a cara. Es decir, cuando se detecta que el analizante esquiva la mirada.

En cuanto a la técnica, entonces, cada analista se autoriza de sí mismo, no debe pedirle consentimiento a ningún supervisor. El hábito no hace al analista, podría afirmarse. Es más importante que en las primeras entrevistas el analista deje de lado las cuestiones técnicas y simplemente se entregue a la escucha, porque será de esta manerá como podrá advertir ciertos significantes que muestran cierta prevalencia o condición de imperativo. Estos significantes -denominados por Lacan como significantes amo- se repiten de modo avasallante, el sujeto no puede dejar de emitirlos porque precisamente son los que comandan su padecimiento.




Alianzas posmodernas: 1) El goce culto y la doxa

artista, arte contemporaneo, expo


Un discurso es en cierto modo
una máquina de producción de una especie
de convivencialidad entre los goces
de los distintos individuos.
El efecto de un discurso consiste siempre
en producir homogeneización.
Colette Soler


Desde siempre se han producido sistemas filosóficos que han considerado la tarea de organizar la manera en que cada uno debería acoplarse al goce de todos, tomando como base en algunas ocasiones, presuntas leyes naturales, otras veces las leyes de Dios. Pero hoy en día, la ciencia toma el relevo de esta noble misión. Se advierte una proliferación desenfrenada de instrumentos de control, rastreo de datos y acumulación de informes, de técnicas muy sofisticadas de registro y aparatos de observación y verificación sobre cuestiones, por ejemplo, como la “intensidad del orgasmo”. Para todo aquel sujeto que tenga dudas la ciencia le podría contestar si goza lo suficiente, o no. También puede decirle todo acerca de sus gustos, su vocación, el partenaire sexual que le conviene. El horizonte teórico de las llamadas “ciencias del hombre” se extiende hasta producir un cuerpo de saber cuyo tamaño descomunal sólo es comparable a su puerilidad. No obstante, engendra mucho poder.

La principal función que cumplen estos corpus teóricos es, sin duda, reforzar el esquema de sujeciones y controles de toda especie, de modo que pronto no existiría nadie que no haga nada sin preguntarle antes a un “especialista”.

A este nivel, las cosas no son simples de desanudar, porque hay goce en ser vigilado, controlado, manipulado, lo cual se engarza fantasmáticamente con las formas activas de vigilar, controlar y manipular. La manera más simple de manipular es el “buen consejo”. Estamos en una cultura sumamente aconsejante, donde cada uno se pasa la vida diciéndole al otro lo que tiene que hacer. El saber dirigido al sujeto en posición de objeto de goce de ese mismo saber sólo puede producir más síntomas, lo que a su vez incrementan la orden: ¡Hay que saber más! Podemos representárnoslo como un discurso universitario que gira en redondo, produciendo cada vez más saberes vanos y más síntomas. Al emerger más síntomas, aumenta la demanda de manipulación.

Hay toda una clase de facultativos, a quienes circunspectos locutores piden consejos en nombre de un público ávido de recetas. Esas recetas de expertos suelen cabalgar sobre el prestigio que secularmente han adquirido determinados vocablos, como ser “tradición”, “familia”, “ciencia”, “ley”, “bien”, etc. Si alguien enuncia una frase en nombre de la ley, por ejemplo, o de la protección de la familia, queda investido por un tiempo de la misma autoridad que la palabra posee. Son algo así como vocablos sagrados, nombres de Dios, que existen en el lenguaje común. Esto ayuda a aquel que se presenta con cualquier saber que opere en nombre de esos vocablos, a enunciar lo que convendría a cada uno y a todos; a instrumentar a quienes están en transferencia con él. No creo que haya que concebir este tipo de maniobras, simplemente según el modelo donde los de arriba gozan a los de abajo, sino además como un reticulado donde por numerosas vías de comunicación, cada uno es gozado por todos y el sujeto “jurídico” es nada más que la vestidura consciente de esta explotación.

El goce comunitario no tiene solamente una función de exclusión, de destino hacia aquel que no se avenga a las formas asumidas, a los argumentos dentro de los cuales debe insertar su propio goce, sino también la función de absorción. El ejemplo más potente para los psicoanalistas es la “peste” que Freud creyó llevar a EEUU.

Otra forma “normal” en que se presenta este goce, esta explotación de cada uno por todos, es la doxa, la opinión conscientemente aceptada sobre los valores, los ideales, las cosas que deben privilegiarse, los méritos, los pros y los contras, etcétera. En la conducción práctica del análisis nadie deja de sentir la inercia propia de esta expoliación. Es al decir de Lacan “la primera forma de resistencia con la que tiene que habérselas el análisis, la del discurso mismo, en tanto es discurso de la opinión, y del que toda objetivación psicológica se mostrará solidaria en ese sentido.”



martes, junio 30, 2009

Analizabilidad ¿Cual es el perfil del paciente susceptible de beneficiarse con el tratamiento psicoanalitico?


artista, arte contemporaneo, expo

El tema de la analizabilidad fue objeto de numerosos debates en el seno de la comunidad analítica. ¿Qué es la analizabilidad? Ante todo, debemos concebir la idea de que el psicoanálisis no es un método aplicable a todos; dicho de otro modo, no todo el mundo es analizable. ¿Cuáles son entonces las condicines de la analizabilidad? ¿Cuál es el perfil del paciente susceptible de beneficiarse al máximo con el tratamiento psicoanalítico? Para ser analizables diremos que son necesarias algunas condiciones.


Primero, el hombre, la mujer o el niño que consulta debe ser un sujeto que sufre en los términos de lo soportable y se queja.


Segundo, es alguien que se pregunta por qué sufre. Esto parece elemental pero es decisivo. Ser analizable significa preguntarse: ¿por qué sufro?, ¿por qué estoy mal? Esto que puede parecer tan simple o trivial no lo es tanto si consideramos que a veces algunos sujetos son traidos por un tercero –pareja, amigo, etc. - a una consulta, siendo la demanda en estos casos de la persona que lo trae. De allí que la falta de angustia, o la actitud desenvuelta, descomprometida o desimplicada lo hace difícilmente analizable.


La tercera condición es justamente esa aptitud para responder al porqué del malestar. Sufrir, preguntarse sobre la causa de su sufrimiento, he aquí las condiciones indispensables para emprender un análisis. Pero otras condiciones son también necesarias. Hace falta además que el que consulta espere del análisis una salida a sus dificultades. Esta espera es fundamental, puesto que es sinónimo de esperanza, y como sabemos ésta es una de las fuerzas que animarán la cura hasta el apaciguamiento del dolor.


El psicoanálisis en la era de la globalización

En la actualidad, la práctica psicoanálitica se enfrenta con numerosos interrogantes ligados a la profunda y creciente transformación de nuestro mundo.

Es cierto que nuestra clínica, en tanto reconoce la vasta enseñanza que Freud y Lacan nos han legado, no pierde su brújula, que es el sujeto en su singularidad. Aún así, no es menos cierto que el afincamiento de goce en los sujetos no es ajeno a las circunstancias culturales de su época.

En los párrafos que siguen intentaré examinar algunas consecuencias que esta particular coyuntura histórica –llámese capitalismo tardío o globalización- ejercen sobre la subjetividad, y delinear cuáles son los obstáculos sobre los que debe operar el analista en la clínica de nuestros días y con qué herramientas cuenta para transformarlos en oportunidades dentro de la dirección de la cura.

Sabemos que el nódulo del sufrimiento se vincula con las vicisitudes en el tránsito por la maquinaria edípica que ha de transformar al infans en sujeto de la cultura, siendo el modo en que cada sujeto se posicione frente a la castración lo que decantará en alguna de las estructuras clínicas fundadas por Freud y ordenadas por Lacan: neurosis, psicosis o perversión, con tres mecanismos o modos de defenderse que le son peculiares: represión, forclusión o renegación, respectivamente.

Tales estructuras son ahistóricas, la subjetividad de la época afecta a la escena cultural y se ve reflejada en nuevos modos de presentación del padecimiento subjetivo; en otras palabras, lo que no permanece ajeno a la permeabilidad del discurso social es el síntoma. Un ejemplo elocuente lo podemos encontrar en las distintas connotaciones que ha tenido el rechazo al alimento en las mujeres con sintomatología anoréxica y los diversos comportamientos que ha despertado a lo largo de la historia. En la Edad Media, el ayuno tenía por objeto mantener la pureza del espíritu a través de un cuerpo asexuado, sin formas; de allí que lejos de ser condenadas a la hoguera se las santificó bajo el beneplácito de la época. La anorexia per se no constituye una estructura clínica, ni es un trastorno exclusivo de la mujer. El rechazo al alimento puede incluirse dentro de cualquier estructura clínica, sea como negativa a comer –en la melancolía-, como temor a ser envenenada –en la paranoia– o como derrumbe subjetivo anticipando la muerte subjetiva– en estados catatónicos-.

En la actualidad, podríamos pensar con toda legitimidad que configura una respuesta sintomática al empuje de una sociedad de consumo asentada sobre la premisa: no se prive, no deje para mañana, la plenitud es posible”. Se trata de un Otro que frente a la demanda, que abre a lo que no puede darse, ni saciarse, ni colmarse, respondería con un objeto-gadget, con algo que tiene para dar, esto es algo que el sujeto anoréxico no admite. De allí que en su rechazo quiera nada para preservar su deseo, llama al deseo del Otro ofertándole a su mirada su cadaverización. No es que no coma, “come nada”, como dice Lacan, en tanto la nada es el objeto que interpone frente a la demanda del Otro. Es su modo de responder frente a un discurso que no es el del amo tradicional que reprime la castración sino aquel que Lacan llama discurso capitalista, profundamente renegatorio y como tal cínico, por supuesto que profusamente distinto al cinismo de Antístenes o Diógenes quienes en una actitud subversiva ante un Amo intentaban conmover los valores de la época. Como bien señala Zizek:

“(...) el modo de funcionamiento dominante de la ideología es cínico... El sujeto cínico está al tanto de la distancia entre la máscara ideológica y la realidad social, pero pese a ello insiste en la máscara. La fórmula sería entonces: ellos saben muy bien lo que hacen, pero aún así, lo hacen”. “La razón cínica ya no es ingenua, sino que es una paradoja de una falsa conciencia ilustrada: uno sabe de sobra la falsedad, está muy al tanto de que hay un interés particular oculto tras una universalidad ideológica, pero aún así, no renuncia a ella.

Se trata de una política del “todo vale”, una incitación al "goce Uno-Todo es posible" que provoca un debilitamiento del universo simbólico y de los ideales sobre los cuales constituir síntomas; consecuencia de ello es la cantidad de conductas del orden de la impulsividad de distintos tipos y gradientes que van desde la manera de conducir, que lleva a la muerte, a la forma de ingerir alimentos, bebidas, tóxicos.

La exigencia de prontitud y eficacia en la remisión sintomática impuesta por el sistema constituye otro de los factores con consecuencias nefastas. Asentada en una política de goce estratégicamente calculada y apoyada desde los massmedia, que incitan a un inescrupuloso consumo de fármacos, suturan toda posibilidad de apertura a la reflexión y a los interrogantes que un sujeto pueda formularse acerca de su padecer. La contracara de estas grandes voces superyoicas que instigan al goce supone un precio muy alto a pagar: la insatisfacción generalizada y las conductas suicidógenas. Violencia, desocupación. Un mundo mediático que entroniza la hegemonía de imágenes evanescentes, fugaces, y carente de reflexiones consistentes sobre la existencia da cuenta de la desvalorización de la palabra. Se liquidó la brecha necesaria entre el mundo de la intimidad y el mundo del público, y la vida privada se exhibe descarnadamente sin un mínimo velo que pueda otorgarle un despliegue amoroso, erótico o sexual.

Otros significantes que insisten: “nuevas patologías”, “clínica de los bordes” o “clínica de lo real” logran fomentar una práctica basada en especializaciones donde empresas de medicina pre-paga, obras sociales, y otras instituciones, consiguen acallar la angustia, alimentar el síntoma y engordar el fantasma del sujeto que consulta. Al ofertarse a la demanda del imaginario social, algunos profesionales hipotecan sus principios y convicciones a favor de dar respuestas funcionales a dicha demanda, obedeciendo tal vez a una modalidad de relación con un mercado que les exige determinadas funciones al servicio de la patología y no en oposición a ella.

Además, ¿cómo sostener una práctica cuando la demanda está dirigida a un servicio y la transferencia queda del lado del derivador? Con honorarios prefijados por un pacto extrínseco al análisis mismo ¿qué valor puede conferirle a su práctica un analista cuando el pago oscila entre la gratuidad y el abuso?

Por otra parte, la aceptación de tales denominaciones en el acervo discursivo psicoanalítico ¿no implica el riesgo de devenir tributarios de ideales sanitaristas y de normalidad como lo plantean los parámetros de la OMS? Dado que el síntoma pasaría a constituirse entonces en un disorder[5] necesario de erradicar en el menor tiempo posible debido a su carácter iatrogénico. Recordemos las reflexiones freudianas que apuntan contra el furor curandis. En Los caminos de la terapia analítica, Freud dice:

Los síntomas prestan el servicio de satisfacciones sustitutivas. En el curso del análisis se puede observar que toda mejoría del padecer aminora el tiempo del restablecimiento y reduce la fuerza pulsional que empuja hacia la curación. Ahora bien, no podemos renunciar a esta fuerza pulsional que se expresa en los síntomas; su reducción sería peligrosa para nuestro propósito terapéutico. Por cruel que suene debemos cuidar que el padecer del enfermo no termine prematuramente, de lo contrario corremos el riesgo de no conseguir nunca otra cosa que una mejoría modesta y no duradera.”

La época victoriana

En RSI Lacan dice que sin la Reina Victoria el psicoanálisis no hubiera existido, ella fue la causa del deseo de Freud. Puede que se trate de una broma, pero no sin cierto trasfondo de verdad. El nacimiento del psicoanálisis estaba estrechamente ligado a una sociedad exacerbadamente moralista y disciplinaria, con rígidos prejuicios y severas interdicciones. Incluso algunos conceptos que Freud acuña - represión y función de la censura –entre otros, conllevan las marcas de aquella época. Los varones eran los ordenadores y dominadores del espacio público; las mujeres estaban destinadas al espacio privado, al cuidado del hogar y bajo un status de sometimiento. Ana Karenina, escrita por Tolstoi en 1867, constituye un buen referente de aquel entonces. Después de gozar de un amor prohibido, Karenina termina arrojándose a los rieles del ferrocarril; aquella sociedad no iba a permitir un resquebrajamiento del orden de esa magnitud. La persecución y condena a dos años de prisión que soportó Oscar Wilde por cometer “sodomía” con lord Alfred Douglas, también ilustra tal acartonamiento interdictor y ultraprejuicioso. En este estado de cosas, la histeria denuncia una realidad cultural signada por la represión y la tradición positivista, revelando la carencia de los recursos en juego hasta el momento. Con su cuerpo desarreglado por lalengua, la histeria golpeó la puerta de una neurología en ciernes subvirtiendo el saber establecido.

¿En la antesala del Apocalipsis?

Una nostálgica sombra parece haber caído sobre quienes actualmente reivindican la época victoriana como un dechado de virtud y de altos ideales universales. Sé que no se trata de anatematizar ni de ser conciliadores; no es un tema menor, y nos interpela y nos convoca a repensar cuestiones clásicas y a formular nuevas preguntas e intentos de respuesta en tiempos donde la dimisión estructural de la figura del Padre ha generado un colapso de ideales simbólicos. Aún así considero que no estamos ante la antesala del Apocalipsis. Freud atravesó por duros episodios: antisemitismo, operaciones, pérdida de familiares, quema de libros, carencias económicas, exilio... y en ese horizonte aciago nació y prosperó el psicoanálisis. Vale aquí recordar aquella “función” que Lacan define en Seminario 11 como "deseo del analista" como el de obtener la máxima diferencia entre el ideal y el objeto, hasta la ubicación del "analista como synthõme ".

Me interesa además citar una respuesta que Colette Soler da en relación a los tiempos actuales: “Hay demandas formuladas en otros términos y es tarea de cada psicoanalista, ante una demanda, cualquiera sea su formulación, convertirla en una demanda analítica. En el tiempo de Freud no había ninguna demanda de análisis, ninguna, y él fue quien generó la demanda. No hay que olvidar que la demanda del paciente que viene nunca es una demanda de psicoanálisis; nunca, incluso cuando dice: «Quiero hacer un psicoanálisis», porque no sabe lo que es el psicoanálisis, tiene sus ideas o su idealización, pero nunca es una demanda de análisis. Necesariamente debemos producir una conversión. Lacan llama rectificación subjetiva a esa entrada. Incluso me parece que la obra de Lacan, más que la de Freud, es realmente adecuada a la demanda del siglo actual.”[8] Y agrega: “Lacan introdujo algo que, sin estar ausente en Freud, no había sido el centro de su formulación: la consideración del lazo del sujeto con sus arreglos de goce. Y esto es afín con el discurso moderno.”

Las categorías freudianas y la clínica de nuestros días

El sueño, tal como nos lo enseñara Freud, es la vía regia de acceso al inconsciente, o en términos de Lacan la vía regia para hacer frente a lo real. No obstante, si algo marca una crucial distinción entre el análisis de los inicios y el actual es que el analista no sólo toma en cuenta lo que el inconsciente dice a través de sus formaciones (actos fallidos, sueños, equívocos), sino que es una práctica del acto que enlaza Real, Imaginario y Simbólico, y un cuarto nudo como condición necesaria para pasar del síntoma al synthõme, en una práctica que va más allá de mejorías modestas y no duraderas.





viernes, junio 26, 2009

El hombre sin cualidades


Guitar

A principios del 2006 Gilles de Robien, por entonces Ministro de Educación de Francia, afirmaba que: “Las neurociencias establecen respuestas cruciales en cuanto a diversos como: educación, prevención, cuidados, etc. Siendo las cognitivas en especial las que proporcionarían, a su modo de ver, 'el rigor que nos falta' a cuestiones relacionadas con los métodos de enseñanza. Aportarían respuestas firmes, que ninguna 'falsa ciencia' podrá revocar." El ministro concluye con la esperanza de que la investigación encuentre la respuesta a la una de los mayores enigmas de la humanidad: "cómo nacen nuestros pensamientos." El conocimiento y la verdad - destaca - sólo serían accesibles por el método experimental. De esta manera se podrían solucionar “todas” las cuestiones que se plantean a la humanidad. No es descabellado arribar a ciertas conjeturas en torno a los fantasmas que animan al ministro: - El control absoluto como defensa al miedo de lo que podría escaparse. - El lado tranquilizador de una visión mecanicista del ser humano. - En cualquier caso, su observación se basa en una fascinación por las neurociencias, con su concomitante rechazo a todo de lo que pueda hacer perder el autocontrol. Lo que es dable destacar aquí es que la "prueba" científica se convierte en una verdadera obsesión, un dogma, en una pretensión ilusoria de controlarlo “todo” eliminando de un plumazo toda eventual contingencia, y la ciencia se apoderaría del hombre para experimentar un mundo que ya no se enfrentaría a un “abismo”, es decir, a un mundo entregado al pensamiento. El cuerpo queda reducido a una máquina y la ciencia podría un día aclarar sus secretos. ¿La fisiología, la genética, la biotecnología, llegarán algún día a develar dichos secretos?.


Señalemos al pasar que las psicoterapias conductistas buscan su fundamento en la autoridad de la ciencia empírica. “Todo puede ser previsible y controlable”. Esta afirmación está en la base del conductismo y ha guiado la investigación de Skinner. Su tesis fundamental es que la libertad es un concepto que ha de superarse y desecharse ante las evidencias del comportamiento regulado y controlado por las contingencias del medio ambiente que nos aporta la ciencia. Skinner considera que es únicamente mediante la aplicación de este conociemiento que podremos construir una cultura que supere los constreñimientos de la actual.


Analizando las declaraciones de de Robien, una colega mide el riesgo de una ciega aplicación de las neurociencias a la pedagogía, destacando que el objetivo utilitarista y mercantil impregna ya ampliamente la enseñanza. Su crítica, que apunta al proceso de normalización del pensamiento en detrimento de una inteligencia crítica y de una comprensión de la complejidad del mundo -tendencia que se encuentra ampliamente reforzada por la introducción de las nuevas tecnologías en la enseñanza-, guarda estrecha relación con lo que Marcuse denominó el hombre unidimensional. En esta obra Marcuse hacía un diagnóstico lapidario del capitalismo. reconocido como el diagnóstico crítico de nuestra era, porque analizaba las nuevas formas de dominio y de control social. Un aspecto particularmente punzante de su pensamiento está ligado al rol que le otorgaba a la tecnología como organizadora de las sociedades contemporáneas. El hombre unidimensional marcusiano alude al ser incapaz de pensamiento crítico y de actitudes contestatarias. Los medios de comunicación y las industrias culturales, así como las expresiones de la publicidad comercial, reproducen y socializan en los valores el sistema dominante y amenazan con eliminar el pensamiento y la crítica. Los efectos de esta orientación mediática crean un escenario cultural cerrado, unidimensional, que propicia una especie de pensamiento único. Los medios crean una estructura de dominación, bajo la apariencia de una conciencia feliz que inhibe la posibilidad de cambio hacia la liberación. Los medios de comunicación, a través de un lenguaje informal, no dan explicaciones ni ofrecen conceptos, sino que se limitan a aportar imágenes y a imponer un modelo. A pesar de que se lo considere uno de los teóricos más controvertidos del siglo XX, como dice Piscitelli: si Marcuse puede resultar útil para repensar la sociedad de la información es porque en general los teóricos apologistas de estas últimas décadas están demasiados deslumbrados por los avances científicos y tecnológicos.


jueves, junio 04, 2009

Lo homogéneo y su reverso. Clínica psicoanalítica de la anorexia-bulimia en el pequeño grupo monosintomático - Massimo Recalcati

artista, arte contemporaneo, expo
Este libro nace de una experiencia pionera: la aplicación del psicoanálisis lacaniano al dispositivo grupal. Esta experiencia arranca del encuentro del autor con grupos “homogéneos” formados por personas que compartían un mismo sufrimiento, la anorexia-bulimia. Se trataba de teorizar una clínica de la anorexia –bulimia capaz de orientar eficazmente la aplicación del psicoanálisis a la terapéutica, siguiendo la enseñanza de Lacan (…) El reto que se abre para el psicoanálisis es el de cómo realizar una torsión de esta homogeneidad aparente para poner de manifiesto su reverso: la particularidad irreductible de la subjetividad . La dirección de la cura otorga un valor fundamental al denominado trabajo preliminar y remite a una serie de operaciones fundamentales que el pequeño grupo monosintomático de orientación analítica permite poner en juego.



domingo, mayo 31, 2009

El Goce. Contextos y paradojas - Roland Chemama

artista, arte contemporaneo, expo
Tras los pasos de Lacan. Desde hace algunos decenios los psicoanalistas han utilizado copiosamente el término goce. Sin embargo, este término no carece de paradojas. En efecto, ¿no designa el goce tanto la búsqueda desenfrenada del objeto faltante como la extraña satisfacción que encuentra el sujeto en un repliegue depresivo? El autor interroga aquí el dominio del goce: la autoridad que tiene sobre el sujeto humano, pero también el inmenso ámbito que rige. En efecto, el goce infiltra toda la existencia, tomando sus consignas del discurso, y prolongando sus efectos hasta lo más íntimo del cuerpo. Concierne también lo social, en el sentido en que lo que se vende y lo que se compra es cada vez más goce, algo que vuelve a disparar la excitación y, como una droga, lleva al sujeto a renovar su consumo. El goce, en sí mismo, implica contradicciones fundamentales, cuyos efectos se hacen sentir en el conjunto de la clínica.





sábado, mayo 30, 2009

Psicoanálisis <> Psicoterapias. Alcances, eficacia y limitaciones

artista, arte contemporaneo, expo
1.
La psicoterapia y el psicoanálisis son prácticas a menudo complementarias. La primera es una escucha que alivia al paciente y reduce transitoriamente sus síntomas. La segunda puede no sólo hacer desaparecer los síntomas, sino también modificar la personalidad del analizante. Ambos tipos de terapias – psicoanálisis y psicoterapia - se complementan, en tanto en el progreso de una cura psicoanalítica, el psicoanalista suele aplicar la primera antes de introducir la segunda.

Existen tres niveles principales en los que descansan estas diferencias, básicamente son tres aspectos que tienen que ver principalmente con el terapeuta o analista, el paciente y la estructura clínica.

Con respecto al práctica del profesional uno de los parámetros relevantes a tener en cuenta para su diferenciación es la escucha. La escucha del terapeuta es una escucha de acontecimientos, mientras que la del analista es una escucha de conflictos inconscientes subyacentes a los acontecimientos. La primera consiste en dar sentido a los hechos relevantes y reiterativos de la vida del paciente. La segunda va más allá, dado que se intenta descubrir los fantasmas a través de los cuales el paciente reinterpreta su historia y modela su realidad presente. La mayoría de las veces, esos fantasmas se traducen en escenas imaginarias que se trata de revelar al paciente. Esto cobra una particular relevancia si se considera que – y por muy paradójico que parezca - no es la realidad lo que causa el sufrimiento, sino la interpretación que el sujeto hace de ella, la idea, el fantasma que se forja a partir de conflictos crónicos que actúan en él sin que lo sepa.

En lo que respecta al paciente, hay personas que no desean participar en un tratamiento de larga duración, debido a que su principal preocupación consiste en buscar ayuda externa para superar un período difícil de su vida, esto es lo que se suele llamarse “manejo de crisis vitales”. Se entiende por crisis vitales a los eventos que transcurren de forma más o menos normales en el desarrollo de todo ser humano, por ejemplo el casamiento, la adquisición de nuevas responsabilidades, la muerte de un ser querido, etcétera. Son momentos en los que las creencias de todo sujeto están puestas a revisión y es posible que los recursos con que cuenta para afrontar dichas crisis le resulten insuficientes, al punto que genere una situación de cierto riesgo psíquico, en otras palabras, que incremente su vulnerabilidad. Desde un marco psicoterapéutico, el manejo de crisis vitales supone tratamientos muy breves, debido en gran parte, a la naturaleza misma de las crisis, que son períodos cortos y de cambios profundos. Por supuesto, que en caso de emprender una psicoterapia con un analista, algunos de estos pacientes, a lo largo de estas sesiones, deciden seguir un psicoanálisis, y de esta manera tratar no sólo los problemas vinculados con ese período espinoso de su vida, sino también trabajar sobre aquellos aspectos que han determinado su dolor, malestar o sufrimiento, y lograr mejorías duraderas que impliquen verdaderos reposicionamientos subjetivos.

Aún así, el tan frecuente reproche que le se suele formular al psicoanálisis - “Es un tratamiento largo”-, es algo que podría relativizarse si se considera una de sus pilares o condiciones intrínsecas, la que se refiere a la necesidad de no descuidar el caso por caso; cuestión que constituye para un psicoanalista su verdadera brújula: atender a cada sujeto en su singularidad. En mi caso particular, he conducido algunos tratamientos de adultos relativamente cortos, como asimismo tratamientos de niños en los que solía reducir al máximo la cantidad de sesiones y evitar así que el pequeño paciente se instale en una dependencia psicoanalítica que vendría a sustituir la dependencia familiar.

En cuanto al tercer factor: el tipo de estructura o patología, es cierto que en determinados tipos de enfermedades, es más adecuado proponer, al menos inicialmente, una psicoterapia. Indiscutiblemente, el psicoanálisis es un medio formidable de apaciguar el sufrimiento, pero como toda terapéutica tiene sus límites que son inherentes a sus modos de acción. Coincido con Nasio cuando al referirse a dos de las grandes estructuras clínicas, alude a los que sufren porque un mecanismo interno se rompió – como en el caso de los psicóticos-; (con Lacan esa ruptura recibe el nombre de forclusión); y aquellos que sufren, si bien nada esencial fue alterado – como es el caso de los neuróticos-, el mecanismo interno aquí es la represión.

El psicoanálisis es sin duda el tratamiento más eficaz cuando el funcionamiento psíquico quedó intacto, pero cuando el alma ha sido quebrada, la cura analítica suele revelarse insuficiente, de modo que muchas veces se hace necesario complementarla con un tratamiento de medicamentos. Es así como la acción combinada del psicoanálisis y de la medicación se impone como la mejor estrategia terapéutica para estos pacientes.



jueves, mayo 21, 2009

Clinica y lógica de la autorreferencia. Cantor, Gödel, Turing - Gabriel Lombardi

artista, arte contemporaneo, expo
En sus Memorias el paranoico Schreber afirma: “Todo lo que sucede está referido a mí”. Pero no soy yo quien refiere todo a mí mismo, es Dios, dice Schreber – un Dios que no cesa de hablar del sujeto -. También Freud, tratando de explicar sus frecuentes olvidos de los nombres propios de aquellos a quienes borra de sus pensamientos conscientes, escribe: “una continua corriente de autorreferencia recorre mi pensar”. El método psicoanalítico exige pasar por esa experiencia de autorreferencia, dando carta de ciudadanía a todo un vasto conjunto de fenómenos en los cuales el lenguaje habla del sujeto, incluso cuando éste no lo advierte. La transferencia, añade Lacan, quiere decir que el significante representa al sujeto, monótonamente, para otro significante — y no para otro sujeto -. Estos hechos, usualmente confundidos con el narcisismo, se inscriben en una clínica de la autorreferencia en sentido impropio, ya que no es estrictamente que el sujeto hable de sí, sino que el lenguaje habla de él. Clínica precaria, aun si permite ubicar algunas coordenadas en las que se basa la certeza subjetiva. Este libro propone un cambio de perspectiva: considerar la fecundidad lógica y clínica de la detección de diferentes formas de la autorreferencia en sentido propio, cuando el signo se refiere a sí mismo. En lógica: fue por estudiar rigurosamente las autoaplicaciones paradójicas del lenguaje matemático (los números también saben decir “yo miento”), que Cantor, Gödel y Turing, con altísimo costo subjetivo, produjeron una nueva ciencia, la que introduce los lenguajes de programación que evitan autorreferencias equívocas. En clínica: Lacan entra en este campo generalizando la autorreferencia como característica del síntoma en las psicosis, y se apoya luego en los resultados de la lógica para transformar los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Gabriel Lombardi.


El Partenaire-Sintoma - Jacques-Alain Miller

psicoanalisis, liros
El sintagma partenaire guión síntoma es el título compuesto del curso de Jacques-Alain Miller dictado en París en los años 1997 y 1998. Si bien los temas de cada uno de sus cursos se caracterizan por una discontinuidad, una puntuación, un acento esclarecedor de la enseñanza de Lacan, El partenaire-síntoma es el efecto directo del curso dictado el año anterior junto con Éric Laurent, titulado El Otro que no existe y sus comités de ética. En estas clases, Miller examina de forma aguda los efectos clínicos y en la vida amorosa de un mundo en el que el Otro no existe, e introduce una original perspectiva del final de análisis.

El síntoma no es ya solo una disfunción descifrable a través de la sustitución significante. La última enseñanza de Lacan muestra cómo incluso siendo Unlust, displacer, es también el retoño de la pulsión y por ende siempre es interpretable como satisfacción. Desde esta perspectiva, siempre se goza del síntoma aunque sea perturbador.

El goce se presenta como síntoma. Este viraje de Lacan vuelve al síntoma el más uno del ternario de los registros fundamentales, un cuarto redondel que anuda de modo borromeo los tres campos, e incluso una suplencia frente a la falta de anudamiento de los tres. De esta manera las estructuras clínicas (neurosis, psicosis y perversión) expresan distintos modos de funcionamiento del síntoma.

Es más, la pregunta que Lacan formula acerca del final del análisis, luego de situar el "hueso de la cura", encuentra como respuesta la "fatalidad" del síntoma: no hay pulsión sin síntoma, hay que saber agregárselas con él.

Los modos de gozar de los seres hablantes determinan su repartición en posiciones sexuadas y los matices en el entrecruzamiento entre el amor, el deseo y el goce. El partenaire-síntoma es una manera de situar al partenaire en términos de goce y esto conduce a un novedoso análisis de la vida amorosa.

Acompañar este intenso recorrido de Miller es una invitación a la lectura, pero más profundamente aun, es una propuesta a volvernos también nosotros partenaires-lectores de un curso, vuelto letra, que nos interpela.




jueves, mayo 14, 2009

Dios el sexo y la verdad - Francois Balmes

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La muerte de Francois Balmés nos ha privado prematuramente de una lectura de Lacan que será irreemplazable, como lo atestiguan los textos recogidos en esta obra. Con una determinación singular, el autor confronta entre sí los diferentes períodos de la elaboración lacaniana, ligados a las antinomias propias del goce, de la verdad, de la religión, del amor.
De la verdad freudiana, nos dice Balmés, nadie es ni el seguidor incondicional ni el dueño; no lo es más el psicoanalista que el filósofo. Son necesarios su rigor y su coraje para enfrentarse con la radical inadecuación del pensamiento con la realidad del sexo que lleva el nombre de castración, y para construir "nombres divinos" (Dios, el Otro, el Padre, el Goce) que le permitan, al borde de lo imposible, formalizar el "ateísmo psicoanalítico".