Para Jacques Lacan el campo visual deja de ser un espejo y se convierte en una pantalla. Con esto explica el desconocimiento como inseparable del proceso de constitución subjetiva, ya que el sujeto nunca puede localizarse en el punto de la mirada. De lo que se desprende entonces, que sea teóricamente incorrecto concentrarse en las identificaciones imaginarias del espectador cuando la emergencia de la alteridad perturba la distinción entre el objeto y el sujeto, «entre lo que veo» y lo que «soy».
La obra de Magritte «Relaciones Peligrosas» puede utilizarse como una metáfora en este sentido. En el cuadro, una mujer desnuda se esconde detrás de un espejo. Pero el espejo, utilizado así como una pantalla, delata su deseo de ser vista, puesto que en el espejo vemos la espalda de la mujer desnuda. Ella se esconde - a través de la mascarada - como femenina mientras desea ser vista como el falo. Solicita la mirada mediante una afectación de modestia, pero la pantalla-espejo no solo no oculta sino que revela lo que no debería: que en su mascarada femenina ella es fálica.
Una primera asociación que surge en este punto consiste en la relación antinómica de la mirada y la visión como la articula Lacan. La visión, es decir el ojo que ve el objeto, está del lado del sujeto, mientras que la mirada está del lado del objeto. Cuando miro un objeto, en realidad es el objeto el que está siempre mirándome de antemano, y desde un punto en el cual yo no puedo verlo.
Esta antinomia visión-mirada se pierde en la pornografía, precisamente porque la pornografía es intrínsecamente perversa; como señala Zizek, su carácter perverso no reside en que llega al final y nos muestra todos los detalles obscenos; sino que el espectador es forzado a priori a ocupar una posición perversa. "Contrariamente al lugar común de que en la pornografía el otro (la persona mostrada en la pantalla) es degradado a la condición de un objeto de nuestro placer voyeurista, debemos subrayar que es en si el espectador el que ocupa la posición del objeto: los sujetos reales son los actores de la pantalla que tratan de excitarnos sexualmente, mientras que nosotros, los espectadores, somos reducidos a la condición de mirada-objeto paralizada."*
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