Un discurso es en cierto modo
una máquina de producción de una especie
de convivencialidad entre los goces
de los distintos individuos.
El efecto de un discurso consiste siempre
en producir homogeneización.
Colette Soler
Desde siempre se han producido sistemas filosóficos que han considerado la tarea de organizar la manera en que cada uno debería acoplarse al goce de todos, tomando como base en algunas ocasiones, presuntas leyes naturales, otras veces las leyes de Dios. Pero hoy en día, la ciencia toma el relevo de esta noble misión. Se advierte una proliferación desenfrenada de instrumentos de control, rastreo de datos y acumulación de informes, de técnicas muy sofisticadas de registro y aparatos de observación y verificación sobre cuestiones, por ejemplo, como la “intensidad del orgasmo”. Para todo aquel sujeto que tenga dudas la ciencia le podría contestar si goza lo suficiente, o no. También puede decirle todo acerca de sus gustos, su vocación, el partenaire sexual que le conviene. El horizonte teórico de las llamadas “ciencias del hombre” se extiende hasta producir un cuerpo de saber cuyo tamaño descomunal sólo es comparable a su puerilidad. No obstante, engendra mucho poder.
La principal función que cumplen estos corpus teóricos es, sin duda, reforzar el esquema de sujeciones y controles de toda especie, de modo que pronto no existiría nadie que no haga nada sin preguntarle antes a un “especialista”.
A este nivel, las cosas no son simples de desanudar, porque hay goce en ser vigilado, controlado, manipulado, lo cual se engarza fantasmáticamente con las formas activas de vigilar, controlar y manipular. La manera más simple de manipular es el “buen consejo”. Estamos en una cultura sumamente aconsejante, donde cada uno se pasa la vida diciéndole al otro lo que tiene que hacer. El saber dirigido al sujeto en posición de objeto de goce de ese mismo saber sólo puede producir más síntomas, lo que a su vez incrementan la orden: ¡Hay que saber más! Podemos representárnoslo como un discurso universitario que gira en redondo, produciendo cada vez más saberes vanos y más síntomas. Al emerger más síntomas, aumenta la demanda de manipulación.
Hay toda una clase de facultativos, a quienes circunspectos locutores piden consejos en nombre de un público ávido de recetas. Esas recetas de expertos suelen cabalgar sobre el prestigio que secularmente han adquirido determinados vocablos, como ser “tradición”, “familia”, “ciencia”, “ley”, “bien”, etc. Si alguien enuncia una frase en nombre de la ley, por ejemplo, o de la protección de la familia, queda investido por un tiempo de la misma autoridad que la palabra posee. Son algo así como vocablos sagrados, nombres de Dios, que existen en el lenguaje común. Esto ayuda a aquel que se presenta con cualquier saber que opere en nombre de esos vocablos, a enunciar lo que convendría a cada uno y a todos; a instrumentar a quienes están en transferencia con él. No creo que haya que concebir este tipo de maniobras, simplemente según el modelo donde los de arriba gozan a los de abajo, sino además como un reticulado donde por numerosas vías de comunicación, cada uno es gozado por todos y el sujeto “jurídico” es nada más que la vestidura consciente de esta explotación.
El goce comunitario no tiene solamente una función de exclusión, de destino hacia aquel que no se avenga a las formas asumidas, a los argumentos dentro de los cuales debe insertar su propio goce, sino también la función de absorción. El ejemplo más potente para los psicoanalistas es la “peste” que Freud creyó llevar a EEUU.
Otra forma “normal” en que se presenta este goce, esta explotación de cada uno por todos, es la doxa, la opinión conscientemente aceptada sobre los valores, los ideales, las cosas que deben privilegiarse, los méritos, los pros y los contras, etcétera. En la conducción práctica del análisis nadie deja de sentir la inercia propia de esta expoliación. Es al decir de Lacan “la primera forma de resistencia con la que tiene que habérselas el análisis, la del discurso mismo, en tanto es discurso de la opinión, y del que toda objetivación psicológica se mostrará solidaria en ese sentido.”